El Palacio de los Duques de Braganza, único en la península ibérica, con su arquitectura señorial que recuerda los palacios de la Europa Septentrional.
Por las calles había capillas con los pasos de la pasión de Cristo en pequeños altares que se abrían a la vista del público. La plaza de Santiago, medieval, donde el santo trajo una imagen de la Virgen para colocarla en un templo pagano que allí existía, aquí fue donde se instalaron los francos que vinieron a Portugal en compañía de D. Henrique.
Del templo no queda nada, una inscripción en el suelo lo delimita, de la estatua de D. Alfonso Henriques, deciros que es obra de Soares dos Reis, magnifica como todas sus obras, escultor demasiado innovador para la época, por sentirse incomprendido, o vayan ustedes a saber la cosa es que se descerrajo dos tiros de revolver que acabaron con su vida en 1889,dejando tras de si sus grandes obras en varios países y de las cuales ahora sacan copias.
Cuando los barrenderos y regantes, acabaron de adecentar la plaza, yo, también me fui, aún me quedaba mucho que ver, mucho que admirar, pero seria en otra ocasión
.
Comenzaba esta etapa en una zona en la que las señales te van precediendo cada pocos pasos, convirtiendo tu camino en un goce por la alegría de saber que vas siempre en la dirección correcta y que al atravesar varios núcleos urbanos convirtieron mi camino en un saludar continuo, plagado de buenos deseos, de miradas furtivas y de sonrisas de todo tipo, las mas graciosas las de las ranas que adornaban los jardines de muchas casas.
Entretuve la vista y el caminar atravesando épocas y tiempos en cortos espacios del mismo, pues tan pronto cruzaba una avenida, como pasaba por un puente medieval.
Acababa de andar unos metros y los jardines tanto de casas ostentosas como de humildes me perfumaban.
Contemplaba decoraciones formales e informales, saludaba y era saludado, sonreía y se me devolvía la sonrisa.
Todo eran señales, que que estaba en mi camino, que estaba viendo lo que yo quería mirar, todo se sucedía en unos pasos alegres y dispuestos, todo estaba allí para mi descubrimiento, si tenia calor me refrescaba entre estelas romanas
cuando subía y notaba que me asfixiaba la cuesta me detenía a ver , a mirar las señales, a observarlas a entenderlas
y seguía hacia adelante porque las señales me precedían y me hacían alegre mi caminar y mi sentir, tan solo tenia que mirar, mirar desde el convencimiento, mirar desde el corazón
con esa alegría, con ese convencimiento, con ese disfrute de paisajes, gentes, piedras y bosques, calles y plazas, ríos y campos y con una sonrisa amplia tuve a Braga a mis pies, como me dice Fito muchas veces, "¿Quieres ver el mundo? Mira!! esta debajo de tus pies."
Aquí, me pare a disfrutar, de la subida, de mi tiempo, de mi aire, de mi vista, de mi sentir, de mi cielo,de las señales, de vosotros.
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