miércoles, 30 de abril de 2014

Magia

Apenas habían pasado 48 horas de mi regreso y tenia una sensación de congoja mientras desayunaba en un comedor, el mío, que ahora observaba no había cambiado en mucho tiempo, todas mis posesiones dedicadas a ocupar esos espacios, seguían distribuidas en un orden conformado antaño y entre sorbos de café y miradas escrutadoras, buscando algo fuera de sitio, descubrí otra necesidad en mí. Mi sistema nervioso se había habituado a mi comedor, a lo que no cambia, a los mismos libros, ya leídos, esperando que alguien los vuelva a abrir, a las mismas figurillas, recuerdos monótonos de un ayer lejano, los mismos cuadros con sus escenas estáticas y perennes como mi comedor, tuve que mirar mis plantas buscando un brote nuevo, algo perceptible de novedad para paliar la sensación de indiferencia. Necesitaba cambiar todos esos objetos, de sitio, de lugar, de posición, como hacia Picasso, para poder verlos de nuevo, para que mi mente se mantuviera atenta, despierta. Deje que el comedor fuera intransigente conmigo, apure el café, tenia tantos cambios que hacer, que ese podría esperar, ahora era el momento de volver a calzar las botas, de volver a los espacios abiertos, cambiantes, diferentes, para que mi mente apreciara alguna novedad.
Coji una pequeña mochila, el espacio justo para transportar mi necesidad alimentaria y mi blog de notas,  puse rumbo a la sierra de las Quilamas, esta vez en compañía, a un punto desde donde contemplar la provincia de Salamanca.
Desde Linares de Riofrio, el Pico Cervero dista unos 12 km. y se va ascendiendo a él por una pista ancha rodeado de robles aun desprovistos de primavera, acebos, castaños y cerezos ya con sus frutos incipientes.


Ascendí con alborozo, escuchando a mi acompañante sus relatos de vivencias acaecidas por esos entornos tiempos atrás y que hicieron que yo también recordara las mías propias, añadiéndolas, ambas a nuestro recuerdo de ese día. En los momentos de pausa prolongada de la conversación, mi mente retornaba a la gratitud sentida no hacía mucho tiempo, y aprovechando la congruencia del lugar, mis sentidos, una vez más se retribuían de naturaleza.

Podría parecer una pista igual a las ya recorridas, pero no, era diferente, y mi mente lo sabía, apercibía la sutil diferencia de otras ya transitadas, los sonidos producían unos ecos dispares transformando el lugar en algo nacido para mí. Cada paso se transformaba en un descubrimiento y volvían las mismas sensaciones que colmaban mi ser de regocijo.
 Después de una parada para la comida, apartados del camino, amenizados por un pequeño arroyo de sonoridad apenas perceptible y con un sol tibio, velado algunos instantes por nubes traviesas, afrontamos la ultima parte de la ascensión, desmarcándonos en el ultimo tramo de las facilidades adosadas a la montaña, ascendiendo con un espíritu jovial por entre las pequeñas escarpaduras.
Desde lo alto, en un pequeño espacio, tenia ante mi, todo un conjunto de tierras, pueblos, que observaba deseando ser un águila, como la que majestuosa sobrevolaba por encima de nosotros los espacios que contemplábamos, dejándose llevar por las corrientes térmicas que tan bien dominaba, soñé en mi ilusión de niño que si estiraba el brazo, el águila se posaría en él, otorgándome la magia de su ser, quise imitar su llamada, para reforzar mi deseo infantil, y la vi alejarse quizás hasta otra cumbre donde otro niño la llamaba.

 Mis sueños y mi ingenuidad se los llevo el viento, quedándome un suspiro.

Descendimos en una animada charla, alegres por todo aquello de lo que habíamos disfrutado, animados por un descenso cómodo en esfuerzo físico y de nuevo con la mente atenta a la novedad de un espacio que en el descenso y con el sol declinando otorgaba otros matices al camino.
Ahora, empezaba a comprender la magia,  nuestra mente nos deja ciegos si lo que le mostramos es siempre lo mismo, se ha habituado, y para que se sorprenda hay que sorprenderla.
A mi regreso cambiaría la disposición de mi comedor, volvería a tener un espacio diferente, sorprendente.

sábado, 26 de abril de 2014

El regreso.

Me despedí de Santiago, con una lluvia pausada y melancólica, como mi estado, el tiempo que deambule por sus calles, sin rumbo, enfrentado a mis pensamientos, a mi vacío, con un paso sosegado, dejándome mojar, intentando llenar mi espíritu aunque al menos fuera de agua.
Camine por sus calles, que se me antojaron sombrías y bucólicas, carentes como estaban de algarabía humana, la lluvia, parsimoniosa, caía de un cielo plomizo, mientras, los comerciantes de recuerdos aguardaban la llegada de una nueva remesa de peregrinos, de turistas ávidos de sus recuerdos, con los brazos cruzados, mirando una calle difusa entre soportales húmedos y centenarios, al fondo un gaitero puso melodía a la lluvia.

Ahí, casi inerte, me senté, entre paredes grisáceas y mohosas, a formar un remolino en un café humeante, aun quedaban horas de espera para ese autobús que me devolvería a mi punto de salida y que en esos instantes se me antojaba como un espejismo, algo capaz de desvanecerse en un parpadeo de mis ojos, me encontraba en un estado de semiinconsciente, como desperezándome de un sueño, recuperándome de un sentir de vacío desconocido hasta entonces para mí.
Me repetí una vez más, en mi interior, en los abismos de mi ser, -me siento vacío, ¿por qué?, era como si todos mis egos, mis recuerdos, mis pensamientos, mis sentimientos, hubieran adquirido otra dimensión que no alcanzaba a comprender, todo lo contemplaba de una forma diferente, mis sentidos adsorbían la información para procesarla en otro campo totalmente contrario al cual yo estaba tan acostumbrado.
Es ese el resultado de este camino, de este viaje hacía mi interior? Si mis pasos me habían traído hasta aquí, con una clara definición del porque de mi salida, de los motivos para hacerlo, ahora sentía que me había derramado, hasta vaciarme completamente, era como si todo lo que encerraba en mi interior, almacenado cronológicamente a través de un montón de años de existencia, se hubiera dispuesto, reordenado, dentro de mí, con una diferencia,  ahora no ocupaba el espacio que antes, me pesaba.

Jamas imagine, que estos días transcurridos entre los espacios, muchas veces de una naturaleza estancada en sueño de otras épocas, donde volvieron a mí los sonidos y el silencio de la tierra, donde pude detenerme a escucharme respirar, a oír trinar los pájaros, sentir el viento entre las ramas, dejarme arrullar por el torrente intrépido, donde mis ojos se acostumbraron a captar todas las tonalidades del verde, a sorprenderse de que no era igual el amarillo de un narciso que el de un limón, a mirar entre las profundidades del bosque el reflejo de un rayo de sol, admirar la flor valiente que se erguía entre las piedras colocadas siglos atrás, a sentir en mis pies descalzos el rocío, a mirar las nubes en el calor de una roca, sentir la lluvia sin importarme.
Había aprendido a andar, a escoger voluntariamente donde poner mis pies, a ver, abrir mis ojos al arco iris de colores y tonalidades, a fijar mi vista y sostenerla, a sentir los sutiles aromas de la brisa, a saborear el agua cristalina, había aprendido quizás de nuevo a escuchar el latido de la tierra y a acompasar mi latir con ella.

Había aprendido a llegar a las ciudades y no sentirme mal, si no me quedaba a conocerlas, había aprendido a disfrutar de la gente en sus calles, había aprendido a recorrer los pueblos, a saludar sin conocer, a hacerme entender en otro lenguaje que no era el mio, a detenerme en una fuente por ver caer el agua, a sonreír sin más, a bailar en un camino, a cantar en un bosque, a no leer la prensa en un bar, a no importarme no ver la tele, a escoger el lugar adecuado para reposar por muy cansado que estuviera.
Había aprendido a agradecer estar vivo cada instante.
Lo había aprendido? o quizás ya estaba en mi? en mi interior, avasallado por la rutina, o quizás, por el ego?
Entonces, de que me había vaciado, de mi ego? de una vida marcada por un tiempo que no era el mio?
Porque las situaciones que ayer me lastimaban, ahora tomaban otra entidad?
El café se quedo frío.

Resonaban en mi interior dos palabras "buen camino", tantas veces escuchadas, tantas veces repetidas, en mi retina la sonrisa que las anticipaba, carente de cansancio, de esfuerzo, transparente como el agua de los manantiales.
Debía de quedarme con ese sentir, ahora que me había desprendido de pesos.
Debía de poner de nuevo un arco iris dentro de mi, sin importarme el que dirán.
Debía de renacer solo por el hecho de ser yo.
Yo, limpio, vacío, desprovisto de apegos.
Volví a la catedral, a emocionarme, a cumplir una promesa dada a un desconocido, a un semejante, a alguien que dirá siempre "buen camino".
Y de nuevo a las calles, a pintar la lluvia con mi sonrisa, a empezar a llenarme tan solo de lo que yo deseara.
Este había sido mi camino, mi "buen camino"
Un autocar me traslado a mi casa, a un cobijo temporal, ahora el tiempo, el lugar, lo decidía yo.
Mire por la ventanilla los paisajes que me eran conocidos.
Escrute los caminos, los bosques.
Allí, por aquel recodo, por aquella vereda, en ese puente.
Sentía que había un caminante, un peregrino.
"Buen camino" sonrió mi corazón.

viernes, 25 de abril de 2014

Vacio

Después de pernoctar en el albergue de Padrón y con una lluvia incesante salí dispuesto a afrontar la que seria mi ultima etapa de este camino.

Resulta un tanto curioso, como después de tantos kilómetros estos últimos se van haciendo, si en un principio las distancias que me iban marcando los hitos hasta Santiago, a veces me llegaban a abrumar por la distancia que aún me quedaba por recorrer, ahora con cada aparición, me iban recordando lo ya andado, haciéndose cada vez más patente la cercanía, ahora ya no me importaba la distancia que tenia frente a mi, estaba tan seguro de mi llegada, era la sensación, el sentir solo quedan 23, 18, 13, y de esa manera los tramos se fueron andando, con un sentir especial, parecía que el tiempo acortaba las distancias y a medida que la cercanía a Santiago, se convirtió en algo   visual todo se me desbordo desde mi interior.
Llegue a Santiago por el camino portugués, entrando por la Porta Faxeira, subiendo por la rúa do franco, hasta la fuente donde se dice bebieron los toros que arrastraron el cuerpo de Santiago y de ahí a la Plaza del Obradoiro, subí las escalinatas para dejar mi mochila y hacer una foto mas, este camino había terminado. Y llore, de alegría, de tristeza, no lo se, quizás por los dos sentimientos, las lagrimas acudieron a mi y me acompañaron durante bastante tiempo, sin saber el motivo exacto, lloraba simplemente. Me senté en las escaleras a llorar, me sentí solo y vacío, vacío completamente e infinitamente solo, dentro de la multitud. Empece este camino solo, y durante 26 días había estado solo muchas horas, muchos pasos, nunca tuve la misma sensación de soledad que cuando llegue, me preguntaba el porque, pero no halle respuesta, tan solo lagrimas y una soledad que me pesaba y a la cual no se poner palabras para haceros entenderla.
Quizás solo sea entendible para los que hemos hecho este camino, sencillamente no lo sé.
Ese sentimiento de soledad sigue en mi, mientras os escribo estas letras, mientras trato de configurar en esta pagina mis pensamientos y el relato de los acontecimientos, ahora que ya han transcurrido unas horas, no he decidido aún, donde ir, que camino tomar, que flecha seguir, si regresare a mi hogar, pero tan solo como una parada, momentánea, necesito otro camino que me llene y que me vacié, como lo ha hecho este, puede que así expulse este sentir que quiere enraizar en mi corazón.
Subí a abrazar al Santo, con mi tristeza, con mi alegría, con mi soledad y con mis lagrimas y le pedí por todos los que en mi corazón habitáis, felicidad y que ninguna enfermedad dañe vuestro cuerpo, ese fue mi sentir y fue lo único que supe pedir.
Después me perdí entre la multitud.


miércoles, 23 de abril de 2014

Lo que aconteció hasta Padrón.

Hay días en los que uno no puede escribir, unas veces porque las musas encargadas de transformar los pensamientos en escritura ordenada, sencillamente te abandonan dejándote sumido en el caos de los mismos, quizás sea por carecer estos de la importancia transcendental para ser escritos, otras veces uno no puede escribir porque sencillamente el cuerpo no puede debido a un estado febril y de dolor, que es lo que me ha ocurrido estos días de atrás.
Salí de Redondela con toda la ilusión de ponerme en Pontevedra, pero a los pocos metros, empece a encontrarme mal, el desayuno fue despedido de mi cuerpo a una cuneta y los temblores y el frío se apoderaron de mi, al igual que un dolor intenso en un costado, anduve como pude, a trompicones, intentando conjurar el mal estar, pero no pude más, en lo físico, y tuve que acabar en
Cesantes, en una pensión de tres al cuarto, totalmente dolorido y sin ninguna gana de nada, tan solo de que se aliviaran mis dolores de costado y me volvieran las fuerzas. Dormí entre pesadillas, sudores y temblores, y gracias a los analgésicos y a la ingesta continuada de agua cuando me despertaba, pude hacer algo de acopió de fuerzas. Pasado el mal día, desconectado de todo, menos de mi dolor que era el que me interesaba, pude ponerme de nuevo en camino, con un día de retraso nada más.
Me despedí de Cesantes, sin animo de volver, y con las piernas flojas y a pasito lento me fui desplazando hasta Pontevedra, con una suave lluvia, o calabobos, entre asfalto, arcén de carretera y pistas fui acercándome hasta el Ponte Sampaio y cruzar el río Verdugo, aquí tuvo lugar una famosa batalla entre los lugareños y las tropas de Napoleón. Las subidas se me hacían eternas y las bajadas igual, pero dosificandome y haciendo todas las paradas que consideraba mi cuerpo necesarias pude ir recortando los kilómetros que me separaban de Pontevedra.

Llegar al Albergue y tumbarme un rato fue todo uno, intentando aprovechar al máximo todos los minutos de descanso, para mi mejor recuperación, no estaba dispuesto a abandonar, no entraba en mis propósitos, y un malestar puntual no me iba a mermar las fuerzas de mi espíritu. Descanse, recupere fuerzas y me fui entonando, dispuesto a seguir.
A la mañana siguiente, ya en mejores condiciones, volvió la fuerza y con ella se amplio la ilusión, de nuevo volvía a mirar las cosas con la novedad de un niño.
pudiendo dejar la tranquila Pontevedra, deleitándome por sus calles y sorprendiéndome con casi todo.
y de nuevo sumiéndome en estos paisajes verdes, que me estaban acompañando estos días, poco a poco me iba acercando al lugar que me había marcado como destino, y poco a poco formándose en mi interior una complejidad enorme de sentimientos, que debía de ir poniendo en orden, primero y a continuación enfrentarlos.
El camino, estaba aportando a mi vida, muchas cosas, o quizás las estuviera viendo con diferentes ojos o diferente sentir, estaba donde estaba, porque yo me ha había valorado a mi mismo, porque yo había aceptado mi propio reto y porque sobre todo me apreciaba a mi mismo, seguramente si me hubiera dejado influenciar por los demás, nunca hubiera emprendido esta experiencia tan vital y tan mía, puede que hubiera agradado a los demás, pero donde hubiera quedado mi agrado, hubiera quedado sometido a su voluntad, hubiera cumplido sus deseos, pero no los míos, puede que sea egoísta, pero estaba haciendo lo que yo quería hacer, sin más, sin buscar ni bendiciones, ni laureles.
 Iba dejando fluir mi vida, como nunca lo había hecho, podía detenerme donde yo quisiera y observar, nadie se paraba a mi lado, porque en realidad me bastaba con mi sola presencia, era mi tiempo, mi sentir, tan solo yo conformaba mi propio universo.
No había venido ha cumplir las expectativas de nadie, tan solo las mías y era el tiempo de hacerlas realidad, pronto voy ha hacer 50 años, me he pasado demasiado tiempo intentando cumplir las expectativas de todos, padres, amores, hijos, jefes, soy como soy, y quiero cumplir mis propias expectativas, quiero cumplir conmigo mismo, me da igual si no lo entendéis, si os sorprende o os causa risa, este camino es mio, como mi vida, podréis estar a favor o en contra, pero nada más, mi sentir es mio.
Y así entre sentires y pasos llegue a Caldas de Reis, ya con el cuerpo perfecto y el corazón caliente.
Esta pequeña población es famosa por sus aguas termales, las cuales no me hubiera importado probar y disfrutar, conformándome con una ducha peregrina.
A la mañana siguiente emprendí el camino a Padrón, por pistas agradables y bosques frondosos y con un tibio sol que agradecí.
Mis fuerzas repuestas con lo que el andar se hizo alegre por las pistas y pequeño trazado urbano por donde deambule, el sentir ilusionado, reconfortado, realizado, cuando llegara a Padrón estaría tan solo a veinte kilómetros de Santiago y con mis deseos cumplidos.
Atrás habían quedado muchas jornadas, las había disfrutado todas, inclusive la que estuve en cama, todas ellas habían aportado algo a mi vida, todos esos pasos dados en solitario, agradeciendo el sol pues forma sombras, agradeciendo el agua, que refresco y limpio mi espíritu, todo había tenido una razón y un ser, y yo, que tuve el valor de vivirlo. Como dijo D. Diego: "sé, que hay mañana, y hay hoy, y sé, que si este hoy se pasa, mañana será otro día, no lo que será mañana."

Con lo cual, llegue a Padrón, al río Sar, a la leyenda de la barca de piedra con los restos de Santiago, a la ciudad de Rosalia de Castro y de Camilo Jose Cela.

sábado, 19 de abril de 2014

De la montaña al mar.

Después de los días grises, siempre vienen otros de colores. La proximidad al mar, me empujo a madrugar un poquito mas, para estar en Redondela el mayor tiempo posible y poderme acercar a alguna de sus playas, o al menos al puerto.
La etapa gris que acabo en O Porriño, no lo fue en su mayoría, pues cabe destacar que siempre hay un momento, o unos instantes del día en los que lo gris desaparece momentáneamente, y yo particularmente, es con lo que me quedo del día, cierto es que a toro pasado, bueno, el caso es que antes de llegar a O Porriño, pare en un área de descanso de peregrinos que tiene el centro cultural "A Lagoa" y que lo llevan entre los amigos que hacen la fiesta de San Campio,  al cual son muy devotos, allí pude comerme el bocadillo y charlar un rato con los que se encontraban en ese momento, y tomar unos aguardientes que me invitaron, pues había discrepancias en de quien era el mejor, y yo no les pude sacar de la duda, quedando la cosa en empate,  y yo,  con algo de sofoquina, despedidos los devotos y parroquianos, he informado de la mejor ruta a seguir en mi llegada a O Porriño, pues ahora hay dos alternativas, me quede en esta población y ya mas fresco.
y con una grata escultura, al lado del albergue, no todo iban a ser cruceiros.
Dicho todo esto, que son noticias de ayer, madrugue algo mas de la cuenta, tanto que aun el alba no se había despertado y me dispuse a iluminarme el día y la jornada, y como las ansias de mar me dan alas, salí apresurado a Redondela.
Las flores comenzaban a abrirse y las bruixas y meigas se retiraban
unas se retiraban, otras florecían, otros afanaban, y el peregrino se sonreía
El camino después del aviso, inspiraba a buscar o saber ver algo diferente de esta Galicia, que apenas había empezado a andar, cosa difícil, todo es tan verde y el día nublado que por mas que miraba todo el camino, estaba mas en el dicho de la Heineken, que en otra cosa, "piensa en verde" si no salgo del verde. Venga salgamos!
y de nuevo mas verde
para ver otros colores tenia que esperar a llegar a los mini pazos, pues los grandes también tenían valla igual de alta como de grande ellos

menos mal que de vez en cuando alguna estatua, me rescataba del verde, quizás para intrigarme

total que de concello, en concello, del Pazo dos Marqueses, al cruceiro que en su día vio D. Diego y ahora un poco deteriorado y con alguna decoración a mi modo de ver algo estrafalaria, vine a dar a Redondela, eso si, por una bajada que había que echar ancla.
El albergue, en una torre del siglo XVI, perfecto, encantador y con unas instalaciones muy coquetas. Después de hecho el correspondiente ingreso de datos, sellado de acreditación, toma de posesión de la litera correspondiente, aseado del verde del camino, vamos a ver el mar, me dije,
cholas, pantalón corto y a pisar arena.

Uyy! que desilusión, no había olas, claro es una ría, la playa llena de algas, la arena verde, nooooo!
el agua estancada, ni se movía, el día gris, y verde, verde.
Bueno, habría que ir a una que se veía a lo lejos, a la de Cesantes, pero ya seria mañana, hoy me quedo con Valle Inclan.

Las tramas de la Casa de Soutomayor y su legendario Pedro Madruga, y buscare el mítico "cañón de pau" con el que los vecinos derrotaron a Napoleón en 1809, ya que a la isla de San Simón, a dos brazadas que diera, no permiten las visitas, es decir tarde de patos, y lectura.

viernes, 18 de abril de 2014

Dia gris

Que es un día gris? Puede que una rotonda en la que no sabes que salida elegir.
Existen días que amanecen grises, por extrañas circunstancias, que se han apagado el atardecer anterior y el alba no los ha iluminado, esos días, a mí, tan solo me apetece mirar, observar el fluir de mi alrededor en silencio. Hoy ha sido uno de esos días grises.
 Esos días me detengo, en silencio. Observo mi espacio...

mis apegos...

mis amores...
mis sinsentidos...

en silencio...
dejo fluir mi vida, en silencio, siendo espectador, en silencio...
Imagino en mi interior las tempestades y la calma...

sin buscar alabanzas...
ni conflictos...
me quedo parado, gris en mi interior...
dándole vueltas a mis sentimientos de incomprensión...
a mi alma de niño, que pinta un pato y el adulto solo ve un río...
a mis cosas buenas y malas, escritas todas en un papel, navegando conmigo...

esos días,  dejo tan solo a mi silencio hablar... fluir...

y yo sentado, detenido en mi interior, buscando la palabra de escritor, la rima de poeta, la sutil pincelada de un pintor, la delicadeza de un escultor...

tan solo quiero mi silencio.





jueves, 17 de abril de 2014

Elíptica

Puede que alguno de los que leéis este blog, no hayáis podido hacer comentarios, creo que el problema radica en que estoy actualmente en Portugal y la dirección correcta del blog seria sustituir el .com por .pt. Hecha esta aclaración, os cuento:
después de caminar durante unas cuantas horas, la llegada a los albergues constituye un regocijo, en lo que rellenas el libro de entrada, en lo que te sellan la credencial de peregrino y te explican la ubicación de todos los servicios con los que cuentan, luego toca hacer tareas, aseo de cuerpo y ropa, elegir litera, dejar las botas siempre fuera de la zona de dormir, para no perturbar con malos olores el descanso y sobre todo tratar de hacer el mínimo ruido posible para no incomodar a los que descansan, acto que casi nunca se consigue, porque las cremalleras, el saco, la mochila,  todo parece que se pone de acuerdo para hacerse oír en demasía. Las luces se apagan a las diez, pero se encienden linternas, móviles, etc para rebuscar algo necesario de ultima hora, luego cuando el silencio y la oscuridad parece que se restablece ya todos acomodados, comienza el coro de los ronquidos, jaja, al principio es solo uno, luego quizás, por contagio, nos vamos sumando la mayoría, y entre ronquidos y ruido de la fricción de los sacos, se te quedan los ojos como platos hasta que el cansancio te vence. Antes de que llegue el alba, vuelven los ruidos, los muy madrugadores, que se van desperezando recomponiéndose y que evitando hacer ruido, lo hacen, con lo que todos nos vamos levantando y abandonando el refugio del peregrino para continuar nuestro camino.
Hoy, veréis que el titulo de la entrada es "elíptica", os explico, ahora que he recompuesto el conglomerado de anotaciones, recuerdos. La etapa ha tenido tres momentos mágicos para mi, y el tiempo de la etapa ha sido fugaz.
La noche anterior conocí a Teresa , que al igual que yo viajaba sola, compartimos el tiempo de la cena en una charla breve y grata. Esta mañana me alcanzo en mi camino, y seguimos juntos durante unos kilómetros, yo decidí pararme y ella continuar, tiempo después nos volvimos a encontrar, estaba sentada junto a un arroyo, me detuve a su lado, a escuchar, a escucharla a ella, ha dialogar de sentimientos mientras el murmullo del agua les ponía música. Me aleje, porque entendí, porque supuse, que después del momento que compartimos, ella deseaba estar allí en ese rincón sola consigo, sin mi perturbación. Quise entender, que quizás esa era una de las gratitudes de este camino, acompañar hasta donde quisiéramos, sin sentirnos mal cuando dejábamos la  compañía, sin despedidas , sin tristezas, tan solo un sentir: "buen caminho". Yo sabia que esta era su ultima etapa, que no llegaba a Santiago en esta ocasión, y me sentí incomodo por no haberme despedido de otra forma, sabia que si yo seguía caminando, ella ya no me alcanzaría, y yo me quedaría largo tiempo con ese sentimiento de insatisfacción molestando mi interior, seguí caminando durante otros kilómetros, y decidí parar, parar porque quería agradecerle el tiempo y los sentimientos compartidos, porque debía abrazarla y mostrarle mi afecto, y pare aquí porque sabia que ella pararía, y espere pacientemente y alegre a que llegara, como así fue, nos abrazamos, nos despedimos, nos miramos a los ojos, "buen camino" nuestro sentir quedo en nuestros corazones y en este tarro de recuerdos. Buen camino Teresa.