Dos días más tarde nos encontrábamos de nuevo con una mochila a las espaldas y un destino estampado en un billete de avión.
El rumbo, una isla en el Atlántico de la que solo conocía su nombre y su ubicación, Isla de Sao Miguel , nominada como mejor destino de turismo sustentable en el 2015, ahora mientras escribo estas lineas la he rebautizado para mi, "isla de verde azul", son los dos colores que siempre vi, apenas salpicados por pinceladas de negro volcánico y unas motitas de olivina que brillaban al ser acariciadas por la espuma de un mar en calma.
El viaje comenzó en el aeropuerto modernista de Francisco Sá Carneiro (Oporto) y en apenas dos horas de vuelo que aproveche para dormitar llegamos a la ciudad de Ponta Delgada capital de las Islas Azores, nuestro destino, para perdernos por sus enmarañadas calles jalonadas de edificios coloniales donde el negro esponjoso de las piedras de lava talladas se fundía con el blanco luminoso de sus casas encaladas.
Nos encontramos en la Isla de São Miguel también llamada Isla Verde azul, para Tarro de Recuerdos.
Creo que muchas veces una buena forma de recorrer un lugar nuevo es preguntarle a los lugareños acerca de cuales son los sitios que más les gustan de donde habitan, así fue como sentados en una terraza de un bar desplegamos nuestro mapa sobre una mesa y tras unas cervezas compartidas en animada charla con unos jóvenes lo teníamos lleno de indicaciones que no deberíamos perder, estos garabatos en el mapa junto con las notas que mi previsora acompañante llevaba nos daban una idea bastante acertada de lo que debíamos visitar a partir de esa noche.
Fue muchísimo más.
Alquilamos un opel corsa del siglo pasado, por casualidades de la vida, me resulto muy familiar, en el nos dirigimos a la primera recomendación para la cena y como no a la degustación de una de las sugerencias que antes habíamos anotado en nuestro mapa de sus platos típicos, en el http://restaurantecais20.pt/pt , no nos defraudo, salimos encantados de sus instalaciones para pasear por el pequeño acantilado cercano y tener una vista nocturna de aquella parte de la isla desde un mirador que era un antiguo horno de cal, antes de nuestro encuentro con las que serian a la postre nuestras anfitrionas para el segundo y tercer día en la isla, Carmen y Carmo, nos habían citado en las cercanías de la iglesia matriz, ellas eran las dueñas de la casa donde nos alojaríamos durante los dos siguientes días, su espacio esta en la web https://www.airbnb.pt/ , era la primera vez que utilizábamos esta forma de alojamiento y para ellas fuimos también sus primeros huéspedes, tomamos un café y nos empezamos a conocer amenizados por un grupo de música local, con sus sugerencias, fuimos completando aún mas nuestro mapa, en un ambiente distendido y aunque la lluvia, nos sorprendió de vez en cuando, la recibimos como un saludo de ese primer día en la isla.
La http://www.pousadasjuvacores.com nos acogió en Punta Delgada, esta es una opción económica de pernoctar dentro de un ambiente juvenil, bullicioso y multirracial donde, eso sí, a las doce de la noche se establece el silencio de rigor.
A la mañana siguiente, después de tomar un desayuno continental continuamos nuestra aventura, esta vez de día y bordeando el mar, apaciblemente, por una carretera estrecha y bien asfaltada como un trazo de rotulador negro en un vergel, a ambos lados las hortensias y los arbustos debidamente arreglados iban adornando nuestro paso, lento, calmo, cada poco tiempo un mirador que se enfrentaba al mar, invitándonos a la contemplación del paisaje, São Roque, Populo, Lagoa y Caloura, donde la carretera termina en el mar, apenas 21 kilómetros desde Ponta Delgada. Ya era algo más de medio día, momento justo para el primer baño en el Atlántico, en el marco de una pequeña cala.
Después del refrescante chapuzon una carretera en sentido ascendente nos llevaría a la pequeña ciudad de Furnas, a nuestra espalda dejábamos el mar para adentrarnos en la isla, plantaciones de maíz, bosques de lauresilva, pinos y otras especies, donde las vacas más felices del mundo, supongo que porque están en libertad y el ordeño se realiza en los prados donde se encuentran, pacían tranquilamente en laderas empinadas acompañadas con el trinar de los pájaros y la brisa del mar. Este fue el acompañamiento hasta las orillas de Lagoa das Furnas.
Antes de recorrerla a pie, optamos por degustar un cocido açoriano, https://www.youtube.com/watch?v=0ea5-5uzFXw .
La Lagoa das Furnas esta bordeada por un sendero circular, una vegetación macaronesica ( palabra que proviene del griego y que significa islas afortunadas), fumarolas sulfatadas, un centro de interpretación y una capilla neo-gótica, Nossa Senhora das Victorias, mandada construir por D. José do Canto, al estilo de las catedrales europeas y como voto hecho para la recuperación de una enfermedad de su amada esposa.
Un paseo agradable, en un entorno mágico, contribuyo a hacer una buena digestión del cocido, el sendero nos sorprendería con más cosas a medida que nos adentrábamos en él, un caminante, una prima del dragón del lago Ness, una simpática rana, en fin, toda una delicia. http://www.tsf.pt/PaginaInicial/Vida/Interior.aspx?content_id=3398020
Para ir acabando el día nos dirigimos a la Poça da Beija, o Poza de la Juventud como también se la conoce, un idílico espacio donde por tres euros disfrutamos de unos baños en aguas férreas a distintas temperaturas que nos devolvieron un poco de juventud a nuestras pieles, ahora teñidas delicadamente con un divertido tono rojizo. http://www.pocadadonabeija.com/#home . de esta forma y con una frugal cena, pusimos rumbo de nuevo a la capital, donde nuestras nuevas amigas y su mascota "Moka", nos deleitaron con una agradable velada.
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