Tome un café en un casetin pegado al río, en compañía de pescadores que comentaban sus lances y que pertrechados con todas sus artes se disponían a arrancar bestias del río. Las vendedoras de dulces, de un convento cercano, impolutas de blanco, con sus cestos de mimbre, ya ofrecían tempranamente sus "rebucados da Regua", caramelos hechos con vino de Porto aderezado con hierbas aromáticas, que te llenaban la boca.
Seguí, al douro, porque era mi sino, seguirte, todo lo que pudiera, por una carreterita estrecha, pegadita a sus aguas, con sus viñas haciendo de orilla, aterrazadas en la ladera, con sus naranjos y limoneros marcando las hileras de vides, con sus quintas distantes, mirándole, no puedo más Douro, me acercas al mar, me alejas de mi destino, eres tú el destino?
Volveré, puede, quizás en otro tiempo, ya me has marcado, como a Miguel Torga que magníficamente lo describió: Douro sublimado, en un exceso de naturaleza, de épocas pasadas, de hombres titanicos de subir sus cuestas, volúmenes, cortes, modulaciones que ningún escultor, pintor, músico podría traducir, horizontes dilatados, en un universo virginal, como si acabara de nacer y ya fuera eterno en armonía, serenidad y silencio, que el río no se atreve a romper, sino que pasa furtivo, entre los montes, reflejando su propio asombro en un poema geológico de absoluta belleza. Y yo le seguí, en silencio, yo y mis pensamientos, yo, y mi soledad; yo, y mi alegría; yo, y mis dudas; yo, y mi ego; yo, y mis recuerdos; yo, y mi destino.
Llegue a Amarante, rodeado de una vegetación exuberante, hasta la Casa de la Juventud y sus espacios habilitados para el descanso del peregrino, que gracias a San Gonzalo que se estableció aquí en el siglo XIII y facilito que los peregrinos, se desviaran hasta aquí en su viaje a Santiago, tierra rica y tierra religiosa, tierra de una aristocracia rural culta, de personajes insignes y tierra de diablos, los Diablos de Amarante, venerados y temidos, figuras paganas quemadas por las tropas del General Loisan en 1809 después de una heroica defensa que hicieron los ciudadanos portugueses y sus tropas en el puente que atraviesa el río Tamega, y cuyos estragos de la artillería napoleónica aún se ven en los pilares y en la fachada de la iglesia de San Gonzalo, también protector de damas y casamentero.
Llegue a un lugar cargado de historia, que contemplaba como un espectador solitario, con el corazón encogido, abrumado por mi soledad.
Yo mismo, me contaba las historias, ya leídas, todo fue poco a poco apretujando-me,encogiéndome, no lograba alcanzar las fuerzas necesarias para irme, echaba de menos amigos, compañeros,amores, familia, el camino me estaba marcando, creando un interrogante demasiado grande en ese momento para mi, quizás demasiadas horas en soledad, quizás demasiadas añoranzas, ilusiones, vacíos, todo me resultaba como una película, yo permanecía fuera de escena.
Yo, que me sentía como un vaso debajo de un grifo abierto, continuamente llenándome y a la vez desbordarme, sin encontrar las palabras justas, necesarias, idóneas, para poner en orden el caos de pensamientos.
Me encontraba saliendo de una ciudad, entre gente desconocida, hoy domingo de ramos, día internacional del beso, recordando (há memorias muito vivas, outras já esbatidas pelo tempo, mas o
momento em que duas bocas se tocam pela primera vez dificilmente e esquecido)
Sintiendo mis carencias, abrumado de recuerdos, de mis egos, de los cuales no podía desprenderme en ese instante, no sabia como afrontar el hecho de haber llegado aquí, me preguntaba para que? en una soledad en ese instante incontrolada, debía de superarlo, superarlo yo solo, pues aunque hiciera una llamada, aunque tuviera una charla, creo que lo que verdaderamente necesitaba era un abrazo, alguien que me abrazara, que me dijera que todo estaba bien, que sencillamente me dejara sentir el latido de su corazón, el calor de su piel, y llore, llore mientras andaba, llore porque echaba de menos a mi familia, llore por mis hijas, por los amores perdidos, por los amores que no entendían mi forma de querer, por los compañeros que ahora no estaban junto a mi, por los que me educaron en el sentir, por los amigos, por aquellos lejanos, llore, consciente de mi tristeza, de su causa, de su soledad, llore hasta que me vacié de esa pena, hasta que me deshice de ella, y de ese sentimiento, que ya en ese instante formo parte de mi tarro de recuerdos, de vuestro tarro de recuerdos, de mi historia, de la vuestra de la cual formo parte a medida que me leéis.
Y llegue a Guimaraes, porque yo tenia el poder de soñar y creer en mí, y Guimaraes me sonrió, me alegro
porque yo tenia el poder de crecer, y crecí
el poder de escribir mi historia, cada instante en una pagina en blanco
porque estoy vivo y tengo el poder del aquí y del ahora
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