Cuenta una leyenda que aquí yacen los brazos de unos amantes.
En ese túmulo frío y casi olvidado, reposan sus abrazos. Alto fue el el precio que pagaron por tal osadía.
Amarse en un abrazo
Mis ojos se extendieron por mis brazos
y alcanzaron tus sueños en un abrazo.
Me desprendiste del cielo
con sogas de lluvia
para abrazarnos.
Y en un abrazo amarnos en la intemperie de dos mundos,
que reprimían sus abrazos.
Nos condenaron
por el acto de abrazar nuestro amor.
Por un abrazo que no era suyo.
Todos, ellos y ellas.
¡Alzad la vista! ¡Malditas!
Mirarme desnudo.
¡Abrazarme!
Con vuestra lujuria de apetito infinito.
¿Bajad la vista! ¡Malditos!
¡Miradla a ella!
¡abrazarla!
con vuestra agonía de anhelo eterno.
Nos visteis abrazar
en sueños etéreos
entre la lluvia y el cielo,
ahora ¡malditos todos!:
contemplarnos, ya incombustibles,
¡incendiaros vosotros!, todos
aquellos que amputaron nuestros cuerpos.
Ahora estamos en vuestras envidiosas mentes.
Nos amamos, sí, en un abrazo eterno.
¡Porque
es mejor quemarse
que apagarse lentamente!.
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