Confieso que no la conocía.
Cierta tarde desapacible y fría de mediados de otoño, casi cuando recién había arribado a esta isla, me la presento un grupo de amigos nuevos.
La primera sensación que tuve cuando con un ligero abrazo, nuestros nombres chocaron en un intercambio de besos, fue de fragilidad, sus ojos mostraban un halo de melancolía en un rostro desprovisto de maquillaje. Su atuendo, comedido y elegante a la vez denotaba a una mujer de complexión leve acentuada quizás por la extremada delgadez de sus manos que en ese instante rodeaban una taza de té intentando atrapar todo el calor que desprendía la bebida .
Después de aquel primer encuentro volvimos a coincidir en varias ocasiones. Entre la taza humeante de té y los vasos de cerveza que yo apuraba, mantuvimos dilatadas conversaciones dándonos la oportunidad de ir profundizando en nuestras personas.
Un día empezó a hablarme de él, lo hizo con rabia comedida, creí entender que él la llevaba donde el sufrimiento iba y venia por oleadas desestabilizando la balanza de la relación, me hablo de sus tempestades y de sus momentos de calma. Ella , Alexandra, tan solo quería vivir una historia de amor eterna, yo asentía , aunque replicandole que hay veces en que ese amor te pone en el camino equivocado para que sepas cuanto duele.
Después de escucharla pacientemente y antes de que nos largaran del bar de malos modos, ella se detenía en los recuerdos de su dolor y con un "vale, ya llega" recomponía con una servilleta su rostro y nos despedíamos.
Durante todo este tiempo he tenido la sensación de que en Alexandra confluían dos mujeres que se debatían internamente en una lucha feroz. Alexandra luchaba contra Ines, por nombrarla de alguna manera, o acaso era al contrario, o ambas luchaban contra si mismas y contra él de dos formas diferentes. Mientras Alexandra era la guerrera capaz de conquistar su mundo, la "Ines" era la que recibía los golpes bajos y perdonaba. Era como si Alexandra hubiera creado un "tulpa" fruto de su imaginación adquiriendo una presencia física a la que llamo "Ines", la que soportaría los acosos y los desprecios.
Como consecuencia de esa relaccion y de esas luchas internas, cada vez que nos encontrábamos la veía mas marchita. Esas largas charlas que manteníamos me llevaron a creer que estaba encerrada en una relaccion con una persona pasivo-agresiva, aunque si bien es cierto que en determinados momentos de nuestra vida todos podemos tener ese tipo de conductas en cualquier momento, en su caso, había llegado a un extremo preocupante. Me contaba que "él" la recriminaba su forma de vestir, sus aficiones o inclusive su cuerpo, llegue a la conclusión por el modo como ella lo atestiguaba que era un macho "alfa" celoso y manipulador y que debía de concluir esa relaccion lo antes posible.
-Déjalo, Alexandra, ya llega-, le insistía yo, -después del dos viene el tres-, me reafirmaba ante su sufrimiento.
-¡Isto nao e fácil!- me contestaba con el asomo de una lagrima en sus ojos.
-Esa expresión es de Joel Neto-, le replicaba yo a sabiendas de que era su autor preferido, la vida en el campo no es fácil.
Nos echamos a reír dando una tregua a su llanto.
Al día siguiente de esta charla lo dejo con -¡ya, llega!-, poniendo un punto final al sufrimiento.
Ayer habíamos quedado donde siempre, lucia un vestido rojo, precioso, un poco de maquillaje en su rostro y unos zapatos que combinaban a la perfección con su bolso, una sonrisa amplia, me ha recordado una canción.
https://www.youtube.com/watch?v=i7X6nO0R9jA